20 de marzo de 2011

Lago Orta

Todo bajo su techo se detiene.
Las ciudades que habitan al borde de las aguas
consienten en su talla los preceptos
de un mar que viene de muy lejos,
que se tiende a sus pies con mansedumbre
de pobre can dormido.
Allí donde rompe el oleaje,
en el unívoco tocarse,
hay un sonido que es excusa, y fin,
para nacerle tiempos al silencio.
Yo observo el cuerpo a cuerpo de esa entrega,
el círculo inaudible de su ternura atlántica,
dando fe de un suspenso don del cielo:
el del ser acordado en otro ser.

De ahí, de reafirmar la vida
que así irrumpe,
                             deseo  provenir.

Elda Lavín

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