A propósito de la exposición de
Nuria Velázquez
Si tuviéramos que
metaforizar nuestra idea de lo que la obra de arte es, esta sin duda alguna
tomaría la forma de una flecha, certera, de voluntad ascendente, directa hacia
lo más alto y hacia el centro de lo bello contemplado. Una formalización así de
simple responde a una idea tradicional del arte respaldada por no pocos
artistas que en el mundo han sido, creadores desde Miguel Ángel o Velázquez, hasta
Henry Moore o Duchamp.
Sin embargo no
creemos que se trate de una flecha sin un porqué; al igual que el propio Miguel
Ángel buscaba hacer visible el alma tras la materia, Platón dixit; la obra de arte, entonces y
ahora, persigue descubrir la realidad que se esconde tras la superficie de la
cosas. Y es ese ir más allá el que prevalece en la obra de la creadora cántabra
Nuria Velázquez, en su última entrega expositiva de la J.C Galería, de
Santander.
La autora aúna una
diversidad, y por tanto riqueza, de propuestas y formatos que convergen en las
producciones del objet trouvé. Formatos
como telas y acrílico se dan la mano con el video, los códigos QR o las
representaciones animales para reflexionar en torno al texto escrito encontrado
y recogido de la calle. El encuentro que ya Lautréamont previó entre la máquina
de coser, el paraguas y la mesa de disección le vale ahora para transformar el objeto
común, por mediación del lenguaje estético, en objeto artístico.
Al modo de
Boltanski (1944), Velázquez recrea
instantes de la vida, de su propia vida – ahí está ese acercamiento al tema de
la maternidad, que ella focaliza en la relación con su propia madre– a partir,
en este caso, de textos encontrados que por tanto han dejado atrás su propia
realidad referencial. La creadora no solo introduce la calle en el proceso
creativo, sino que cuestiona las fronteras entre lo ausente y lo presente, lo
que podría haber sido y lo que el artista transforma y presenta como obra.
Una reflexión que nos
sitúa, en última instancia, en el posicionamiento del arte contemporáneo en ese
territorio de nadie que va del objeto artístico al documento. Sin duda, el
objeto encontrado, en lo que tiene de rememoración de una realidad otra,
participa de ambas cosas.
Sea como fuere, contemplar
cada una de las creaciones de DETALLES nos hace asomarnos a la profunda
incertidumbre de lo desconocido que nos contempla desde el otro lado de los
textos y a la inquietud de cuestionarnos nuestra propia existencia. Velázquez
lo sabe y da buena cuenta de ello en la creación de un diario de vivencias que
cierra el círculo de su propuesta expositiva a sabiendas de que, como sostenía
Baudelaire, vemos dentro de nosotros a otro cuando tocamos con los ojos del
arte.
Elda
Lavín
Santander, Navidad, 2018
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