Si tuviéramos que elaborar una no extensa, y sí hipotética, lista de nombres referenciales a los que acudir para desarrollar asuntos de estricta enjundia poética, qué duda cabe de que uno de ellos habría de ser con urgencia de obligatoriedad el de W. H. Auden (1907-1973). Arrastrar hacia nuestro propio territorio la proyección intelectual del británico es algo más que suscribir su pensamiento poético, comportaría además la plena adhesión a un credo en que cuestionamiento moral computa a partes iguales con dominio y conciencia plenos del lenguaje –frente a lo que él denominaba la "corrupción" coyuntural-; o la defensa a ultranza del binomio poesía-verdad, entendida esta última como finalidad preferente de la primera, libre de cualquier bandería política –como bien demostró en la práctica- y, a la vez, luz y guía en el intento de desvelar tanto la naturaleza del propio yo, cuanto la de la realidad circundante. Como uno de los primeros poetas de la contemporaneidad, no podemos negar que fue él quien cifró el estilo poético de nuestra época en términos de intimidad, referida al tono de voz, esto es, el de una ‘persona dirigiéndose a otra y no a un gran número de oyentes’.
Pues bien, aquí es a donde queríamos llegar. Si no obligatorio, el paso por Auden nos ayuda a ilustrar el ‘hacia dónde habría que mirar’ para establecer los mimbres constitutivos de lo más relevante –me refiero a escritura verdadera- de la poesía contemporánea. La misma urdimbre que se deja entrever en este ‘Cinco x cinco’, última entrega, que hace la número 7, de la colección de poesía ‘La mirada creadora’. En ella cinco poetas, Marián Barcena, Maribel Fernández Garrido, Elda Lavín, Ana Rodríguez de la Robla y Marta San Miguel, bajo el denominador común de la geografía, dialogan y cruzan, y entrecruzan, palabra y mirada con otras tantas voces nacionales: Estíbaliz Espinosa, Vanesa Pérez-Sauquillo, Concha García, Mª Ángeles Pérez López y Chantal Maillard.
No es el propósito de este libro colectivo venir a sumarse, por razones de estricta puridad filológica, al ya orondo espacio ocupado por las antologías –‘antojolías’ al decir de algunos- en la historiografía poética actual. La patente labor canonizadora –inevitable por otro lado-, que el aparato antológico conlleva ha derivado al cabo del tiempo en el abuso del mismo en términos de mera acumulación de nombres, bien con afán de confirmación generacional, bien de grupo estético. Tampoco han ayudado a la estabilización del fenómeno ni la falta de programa teórico de algunas de las propuestas, ni la consecuente nula incidencia en el debate reflexivo de por dónde discurre la poesía del momento, además del muy sospechoso apego, en algunos casos, a las dinámicas del mercado editorial.
Así las cosas, es propósito del libro que nos ocupa desvelar las principales líneas poéticas que se dejan entrever en la obra de un conjunto heterogéneo, manejablemente diverso, de cinco poetas -nacidas entre los años 1963 y 1980-, y de la derivación de dichas líneas en su diálogo con otras tantas voces de su elección. Se trata o bien de nombres que despuntan ya con su escritura más madura, o bien de aquellos cuya madurez radica en el paso de su despegue escriturario, poetas que nos ayudan a comprender mejor el estado de la poesía cántabra y nacional en las primeras décadas del siglo XXI.
Ahí está la palabra verdadera, en tanto que hondamente íntima, de Marián Bárcena (Santander, 1965), que brota bien pertrechada de una muy personal y enigmática simbología, necesaria para llevarnos de la mano al territorio de la desesperanza ‘porque el mal ya está hecho’. Junto a ella la poética de cortes limpios de la gallega Estíbaliz Espinosa (A coruña, 1974), donde se cuadricula y rebana una realidad, que, si bien cotidiana, resulta inesperada –ahí conviven el ‘quasar’ y el ‘pimentón’- y no por ello hurtada a la reflexión del lector. Por lo que a Maribel Fernández Garrido ( Santander, 1976) se refiere, descuella de ella sobremanera un yo pletórico, abarcador, que se revuelve y se duele, clama y medita, entre lo anecdótico y lo reflexivo y que, por momentos, precisa desdoblarse en ese "tú" con que poder sobrellevar ‘nuestros pequeños desamparos’. También un estado de desamparo parece vislumbrarse a través de los poemas más recientes de Vanesa Pérez-Sauquillo (Madrid, 1978), donde las nuevas tecnologías –un GPS- son excusa para la indagación en el muy contemporáneo sentimiento de pérdida.
Ciertamente acordado se nos antoja el maridaje Ana de la Robla (Santander, 1971) y Mª Ángeles Pérez ( Valladolid, 1967), como asimismo el de Marta San Miguel (Santander, 1981) y Chantal Maillard ( Bruselas, 1951). En el caso de las dos primeras, se podría hablar de una común presencia de objetos mínimos cotidianos en sus poéticas –sin duda más pavorosa y estremecedora en el caso de Mª Ángeles - con los que dialogan buscando y buscándose, esto es, llevando el propio yo a incisivo examen. Como incisiva, al tiempo que desnuda en su soledad, es la palabra de Maillard, atenta a la trayectoria del ‘yo hacia su centro’ y cuestionadora del ‘ojo que lo observa’. No es de extrañar que San Miguel encuentre ahí la clave de diálogo precisa para una sintaxis, la suya, en que sabiamente se conjugan los matices, y con ellos el devenir de lo circundante. También de lo circundante se ocupa Concha García cuando, por boca de Lavín, ‘piruetea la palabra entre los rincones oscuros de la soledad’ para poner en entredicho hasta la existencia de la propia realidad.
Pues bien, se trata del lugar adonde queríamos llegar, aquel ritmado al tono de voz de la intimidad que defendía Auden, aquel que fructifica en cada uno de los ambages resultantes del feliz acompasar de palabra y pulsión vital, de experiencia y reflexión cuando esta deviene moral por verdadera, por lo que tiene de reivindicación de la propia conciencia y su inserción en el mundo. Se trata, en definitiva, de poéticas y de verdad.
ELDA LAVÍN
ELDA LAVÍN